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Pequeñas lecciones de pequeñas personas que producen impactos enormes

Mientras el individualismo parece ganar terreno, los chicos de San Rafael demuestran que todavía hay lugar para la empatía y la solidaridad genuina.

 

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Días atrás mencionábamos a la de Octavio, que donó sus juguetes para el Día del Niño. Ahora tenemos que mencionar a Fati y Maite, que -tras una convocatoria de Fierritos Solidarios- entregaron su bicicleta y sus propios juegos para que otros niños puedan sonreír, son un recordatorio de que compartir sigue siendo un acto transformador.

 

Estos gestos, simples y potentes, no solo alivian necesidades concretas: también enseñan a los adultos que la verdadera riqueza está en dar sin esperar nada a cambio. En las infancias late una solidaridad que inspira y nos recuerda el valor de lo colectivo en tiempos donde parece olvidarse.

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